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Atte Initius E. Lucis

Detras de La escalera (cap. I )

Author: Gen ~ /

I. La casa del Abuelo


Paulo había cumplido 8 años hace poco, las vacaciones ya habían comenzado y a falta de un mejor panorama las pasaría con su abuelo en su casa…

El día que bajo del taxi que sus padres habían pagado para que lo llevara al viejo, apartado y olvidado pueblo en el que vivía su abuelo, se dio cuenta de que prometían ser las peores vacaciones que jamás recordaría.

La casa estaba tal cual la recordaba, no parecía grande mirándola desde afuera, estaba vieja y desarreglada, hasta en un día soleado uno esperaba que una negra nube de tormenta la coronara, era tenebrosa, por dentro era totalmente extraña, el primer piso solo tenia 2 habitaciones, una que servia de estar era pequeña tenia muchos muebles repletos de figurines y elefantes de loza que obviamente no se limpiaban desde que la abuela, 7 años atrás, había abandonado al gruñón abuelo de Paulo por un joven rubio y musculoso, habían también unos sillones de tela rosado lleno de estampados extraños, la segunda pieza no era mejor había un baño pequeño, un montón de cajas cerradas y amontonadas que poseían infinidad de libros polvorientos, diarios viejos, una ventana sucia y la escalera.

A Paulo le desagradaba tanto llegar a la casa, olía a tabaco y polvo igual que el abuelo que cada vez estaba mas encorvado y arrugado. El abuelo lo esperaba en la puerta con un chaleco de lana totalmente inapropiado para el hermoso día que hacia, unos shorts a rayas y pantuflas. Cruzaron las salas u subieron al 2º piso, que era considerablemente más habitable. Era extraño que siendo el primer piso tan pequeño, este, el piso que se usaba, tuviera dimensiones tan excesivas, Paulo pensó que las casas ya sabían donde debían de ser usadas y por eso se extendían. Era un gran pasillo que tenía 12 habitaciones, seis a cada lado y que hacían de casa, estaba la cocina, el baño, el dormitorio, el comedor y todo lo que se necesita para tener una casa además de algunas piezas totalmente vacías.

La primera semana de estadía fue tranquila, el abuelo lo llevaba todos los días al añejo negocio de enfrente a comprar tabaco, galletas, pan y whiskey, en la segunda semana le ayudo a asear todas las piezas de la casa, la tercera a arreglar el jardín, allí se dio cuenta de que la casa estaba construida justo contra un cerro y el segundo piso entero estaba sobre el. Fue la cuarta semana que llego la desesperación, al abuelo parecía habérsele terminado las actividades y pasaba todo el día fumando pipa, leyendo el diario o viendo televisión mientras Paulo se aburría en la habitación que algún día en el pasado habría pertenecido a su padre. Una noche Paulo despertó sobresaltado y sudando, creía haber tenido una pesadilla pero no recordaba, se levanto y fue hacia el baño se lavo la cara para limpiar el sudor y sus tripas resonaron, miro su reloj de pulsera, eran las 2:03 AM, tenia hambre, se encamino a la cocina, en la habitación que hacia de living el abuelo se había dormido, otra vez, en el sillón con la televisión encendida, Paulo la apago y cubrió al abuelo con una manta, en la cocina cogió una naranja y salio, el piso era viejo y las tablas sobresalían, Paulo tropezó y la naranja salto de sus manos rodó por el pasillo y bajo la escalera, abajo se escucho un estruendo.

Bajo con cuidado las escaleras, había una oscuridad a medias, la luz se colaba por la ventana sucia y chocaba contra las cajas y montones de papeles creando figuras inexplicables, Paulo prendió la luz a loas pies de la escalera. Había caído una pila de khas levantando una nube de polvo que tardo en disiparse, había libros esparcidos por todas partes.

Paulo buscó la naranja con la mirada, no la encontró, movió las cajas y nada, entonces una brisa le llegó en la nuca, por el lado izquierdo de la sala que estaba repleta de más pilas de diario y cajas, en la pared de la escalera había una abertura oscura, Paulo se abrió camino, en el suelo al lado de la escalera estaba la naranja llena de polvo, la tomo y puso su atención en lo que se había abierto, una puerta pequeña que se camuflaba muy bien con las líneas que adornaban el lado de la escalera, la abrió esperando un armario y lo que descubrió fue totalmente inesperado.

Un pasillo de piedra de longitud desconocida comenzaba allí, una brisa helada le llegaba desde dentro. El tétrico pasillo estaba casi inmerso en la oscuridad y casi porque cada varios metros había una especia de antorcha o lámpara que iluminaba, sin pensarlo Paulo entro, apretando fuerte la naranja, cerro la puerta tras el, seguro que por la brisa al abuelo le vendría un dolor de cuello insoportable, apenas cerró, de la puerta callo una llave dorada y brillante, Paulo pensó que podría servirle cuando quisiera volver, la tomo y la guardo en el pantalón del pijama.

Camino durante un rato y el paisaje no cambiaba, Paulo pensó que el abuelo podría meter todas las cajas que tenia aquí, y se ahorraría mucho polvo que limpiar el próximo año, hacia frío y tenia hambre, se le había olvidado completamente que tenia hambre, peló la naranja sin dejar de andar y comió solo 4gajos, seguro que si era un viaje largo después le daría hambre de nuevo, y si no tenia nada para comer tendría que volver y no quería volver a aburrirse, el nunca fue un niño activo pero se aburría con facilidad, le gustaba descubrir, la curiosidad de un niño siempre es mas grande que el hambre y el frío.

Camino mucho rato, casi una hora calculo, a Paulo siempre le gusto contar las horas y los minutos de todo, estaba cansado y el sueño venia tras de el, estaba por abandonar cuando por fin algo diferente se veía, llegaba al final del pasillo y allá había algo más…

Faltaba poco para terminar el pasillo y trataba de adivinar que habría después, miraba pero el sueño y el cansancio hacían que no comprendiera nada, y llegó y observó, era un gran living antiguo como de castillo, con una gran chimenea, grandes sillones, dos ventanales cada uno a un costado, dos grandes escaleras y grandes retratos colgados en las paredes de gente narigona y bigotuda sin importar si era mujer u hombre el retratado. Sobre la chimenea había un retrato especialmente grande de un hombre mucho mas narigón que el resto, sostenía una gran copa de oro y observaba con ojos negros y opacos. Se acerco a uno de los ventanales, al otro lado se veía un paisaje de cuentos, había una colina verde un cielo de atardecer con nubes blancas y esponjosas, un monumento a un ángel de alas abiertas un banquito de plaza y un gran árbol seco. Desde el otro ventanal se veía solo una pared de ladrillos rojos, decepcionante. Entonces aburrió de esta aburrida habitación camino hasta la escalera de la izquierda del salón, estaba del lado del ángel, debía de tener algo más prometedor. Subió los grandes escalones de piedra y se encontró en un pasillo curvo con puertas, camino, eran tres puertas y el pasillo concluía en la escalera del otro lado del salón aburrido. Miro las puertas, eran idénticas, las tres de madera oscura y un pomo brillante dorado. Escogió la del medio, llamó, nada sucedió, entonces la abrió, un pasillo corto y después una pieza blanca, totalmente iluminada, por donde mirara veía a su sombra, giro muchas veces aturdido por el brillo de la pieza, se mareo y se sentó en el suelo, dejo la naranja a un lado apoyo la cabeza en la blanca pared miro todas sus sombras sentadas en todas las paredes que parecían mas bien espejos, cerro los ojos y sin alcanzar a darse cuenta de lo que pasaba, se durmió.


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