Entra en mi mente...

En un mundo lleno de cosas vivas y palpitantes es imposible guardar todos mis pensamientos para mi...

Es por eso que e decidido...compartirlos...

Gracias por leerme, Disfruta.

Atte Initius E. Lucis

Delirio en tinieblas...

Author: Gen ~ /

Selene corría por el bosque, turbias sombras confundían su visión, ya atardecía y el frío poderoso de la noche se apoderaba de todo, de pronto un suspiro rozó su cuello desnudo erizándole toda la piel. Selene agudizó los sentidos, un sinfín de crujidos y brisas se acercaban, era el fin, corrió entre los árboles buscando refugio, pero ya se acercaba era inevitable, se quedó lo más quieta que pudo detrás de un árbol grueso, viejo y reseco, su piel reaccionaba al frío que descendía y su respiración entrecortada creaba una nube de vapor disperso frente a ella. Una mano tibia tiró de su ropa haciéndola temblar.
- ¡Has perdido!- dijo alegremente Sigfried con una sonrisa luminosa en el rostro pálido, la abrazó con fuerza, acarició su rostro suave y la besó tiernamente. El juego de tibio y frío entre sus labios hizo reaccionar todos los poros de su piel, entonces con un suspiro de voz ella dijo:
- Es tarde ya, vamos hace frío- Tomó la mano de Sigfried con fuerza y lo tironeó hasta adentrarse en el bosque dormido, la casa a lo lejos estaba sumida en las sombras.
Hacía ya dos años que se conocían, trabajaban en la misma casona desde ese entonces. Un misterioso benefactor extranjero y poseedor de una abultada y bastante sospechosa fortuna, los había rescatado de la ciudad en depresión y les había ofrecido un techo, comida, un sueldo más que considerable y dos domingos al mes para gastarlo en lo que se les ocurriera.
Antes de eso Sigfried vivía de robos matutinos y de un puesto en una frutería que regalaba más de lo que gastaba, y Selene servía en un café de caballeros, ligera de ropa para lucir sus exuberantes atributos y así ganar propinas para comer decentemente.
Era nada común encontrarse con el señor en casa, normalmente estaba en viajes al extranjero de días y más días, pero por alguna extraña razón nunca paraban de existir deberes que cumplir en la gran casona de torres picudas, escaleras, pasillos y puertas, puertas infinitas. Aparte de ellos en la casa había cuatro criados, más que suficientes para satisfacer las necesidades de un excéntrico y ausente patrón. El encargado principal de la casona era Don Valentín, un hombre alargado y rígido, siempre compuesto y enfundado en un envidiable traje de tres piezas de algún color muy sobrio y zapatos relucientes, la cocinera Ana, una mujer regordeta, alegre y colorada literalmente pues además de su piel enrojecida por el bochorno sus cabellos lacios y siempre recogido sobre su cuello refulgía con el color del fuego de sus amadas cocinas, Iván el jardinero, casi decrepito lento al caminar con una calva que brillaba a toda hora y Taniana, una joven muy poco agraciada producto de una noche de alcohol lejano de Doña Ana, todos ellos recogidos de la miseria de la misma forma, cuando ya estaban a punto de tocar el fondo un auto negro y reluciente con un joven, amable y elegante pasajero con la mano extendida para ayudar.
Sigfried y Selene llegaron el mismo día, y luego de sus respectivos viajes con el señor en el reluciente auto no habían vuelto a verle la cara, ni ninguno de los otros empleados salvo Don Valentín por su tarea de recibir, informar y cumplir sus necesidades.
Esta tarde Selene y Sigfried luego de terminar sus obligaciones salieron a pasear por el bosque que rodea y oculta la impresionante casona para celebrar el aniversario de su llegada, ahora en la llegada de la noche ningún ruido más que el de sus pies caminando lentamente rompe el silencio, todo parece estar dormido, más de lo normal, una brisa fría hiso erizar el pelo de la nuca de Sigfried, claramente un mal presagio pero no le prestó atención, apretó más fuerte la mano de Selene dentro de la suya y siguió caminando. Era sábado, los otros criados se preparaban ara salir ahora a celebrar y por la mañana abastecerse de chucherías. Ahora la oscura sombra de la casa se erguía frente a ellos, Sigfried vio salir a los criados y venir hacia donde se encontraban ellos, abrazó a Selene y la arrastró a la oscuridad para esperar que pasaran, ahora tendrían toda la casa para ellos, el señor no estaba y no daba aires de volver.
- Ya han pasado, vamos- dijo ella sonriente y radiante, como siempre, sus ojos cafés relucían incluso en una noche tan oscura como esta.
Llegaron a casa y se dieron el lujo de atravesar el pórtico principal y entrar por la gran puerta de roble oscuro y pulido, haciendo venias, simulando alcurnia se adentraron en las sombras riendo. El ambiente se sentía algo diferente de lo normal, pesaba sobre sus espaldas, por la gran abertura de la puerta se colaba la luz potente de la luna y de los farolitos que indican el camino creando contra los muebles y paredes sombras inimaginables y densas como un pozo profundo. Selene empujó la puerta que se cerró de golpe creando un estruendo que hizo temblar el suelo y la negrura absoluta se apoderó del lugar, a tientas Selene tomó la mano de Sigfried que la guió en la oscuridad por pasillos y escaleras hasta una puerta blanca y brillante con un pomo brillante en el centro y dos letras doradas sobre el
A. C.
La puerta cedió lentamente y entraron, Sigfried besó su cuello tibio y luego le susurro al oído:
- Quédate aquí… ya vengo
Y salió por la puerta, Selene buscó a tientas en la pared y accionó la luz, que la cegó por un momento, cuando sus ojos se acostumbraron observó el cuarto en el que estaba, nunca había estado en ella había una estantería gigante esparcida sobre dos paredes, en la otra una serie de pinturas en secuencia que empapelaban casi todo el espacio y en la cuarta pared solo la puerta cerrada, en el centro un gran sillón tallado y un escritorio de mármol rojizo repleto de papeles esparcidos.
En la oscuridad densa y agobiante Sigfried luchaba con unas manos que le sostenían los brazos y tapaban la boca. El pánico cayó sobre su estomago como un ladrillo no sabía que esperar, primero pensó que era Selene que jugaba, por lo que no opuso resistencia, pero luego una fuerza imposible para ella comenzó a aprisionarlo más y más, tan fuerte que le cortaba la circulación de los brazos, luchó y consiguió zafarse, trató de gritar pero su garganta estaba fría y seca y de su boca solo nació un gemido lastimero e inaudible, buscó a tientas en su ropa un encendedor para enfrentarse a lo que lo acechaba desde la oscuridad, entre sus dedos temblorosos logró encender la llama azulada, no había nada, se volvió bruscamente esperando una aparición grotesca tras de el, pero allí tampoco no había nada, solo la maldita oscuridad densa como pintura liquida.
De reojo percibió un movimiento entre las estanterías, tembloroso se acercó el encendedor extinguió de pronto su llama azulada por alguna brisa perdida y le dejo sumido nuevamente en la oscuridad. Lo sentía allí mirándolo frente a él, entonces una poderosa fuerza le golpeo el pecho haciéndole retroceder, otra vez, un dolor gélido retumbaba en su interior haciéndole sufrir como nunca antes, se echó a correr como nunca, derribad todo a su paso para entorpecer el avance de lo que lo perseguía, se encaminó a la cocina chocando contra muros y muebles, se le antojó como una selva dentro de la casa, todo se sentía palpitante y extrañamente vivo, no lograba comprender que horror lo perseguía, la casona nunca pareció esconder algún secreto oscuro simplemente no comprendía, por fin llegó a la escalera que bajaba a la cocina, paró en la parte mas alta a recuperar el aliento, abajo un abismo de más oscuridad le esperaba, lo sentía cerca, lo que fuese que venía por el con un odio creciente e injustificado, simplemente para desencadenar su furia. Despacio, muy despacio comenzó su descenso sintiendo brisas y susurros en su oído a cada instante, le hacían entender que esa cosa seguía allí, de pronto recordó a Selene, el miedo había cavado tan hondo en él que se había olvidado completamente de ella, tenía que buscarla, pero donde, como…
Cuando por fin llegó a la cocina, la noche no podía ser más oscura, prendió la luz y paseo entre los mesones buscando alguna respuesta para sus preguntas, tomó un vaso de agua fría para aclarar su garganta y pensamientos, entonces un grito agudo y desesperado retumbó por los pasillos de la casa.
Selene…
Selene comenzó a mirar los objetos en las estanterías, un reloj dorado de bolsillo que andaba al contrario de lo normal, muchos libros y manuscritos que contaban de profetas sanguinarios y muerte, instrumentos a los que veía ninguna utilidad aparente, fotos sueltas, paquetes cerrados, cofres vacíos, joyas brillantes, un curioso álbum de fotos que se titulaba Memento de mucha gente dormida, y un libro muy grande de tapas de cuero verdoso con letras brillantes y caligrafía exquisita, una fuerza superior la obligó a abrirlo, lo hojeo atrás y adelante se detuvo por el medio, iba a comenzar la lectura cuando el libro se cerro sobre su mano impulsado por una fuerza invisible, una mano pesada gélida y desconocida cayó sobre su hombro y lo apretó con fuerza, ella se volvió lentamente, frente a ella un rostro malévolo y oscuro, de rasgos escondidos, una sombra sólida, sonrió despiadadamente, de pronto las luces de la habitación se extinguieron y Selene gritó con todas sus fuerzas.
Desesperado se tomó la cabeza con fuerza, tratando de pensar con claridad, en ese momento por la separación entre la puerta y el suelo algo como un agua muy oscura escurría y se reunía en un charco, de pronto comenzó a erguirse y la forma inconfundible de un niño comenzó a crecer frente a él, la sombra se quedo ahí de pie observándolo, entre las sombras de su rostro se reconocían claramente los relieves de dos ojos pequeños fijos en él. La sombra quieta sonrió, o eso parecía entre la negrura de su rostro, sonrió tiernamente, tal como un niño.
- Ven… - susurró la sombra.
La puerta se abrió de par en par y la sombra subió por la escalera a toda velocidad, Sigfried lo siguió por el sinfín de escaleras y pasillos, de pronto al doblar en una esquina Sigfried paró en seco, el niño de nuevo estaba quieto y observándolo, junto a una puerta blanca y brillante, alzó su pequeño brazo oscuro apuntando a la puerta.
- Aquí…- dijo
Sigfried avanzó temeroso, la sobra retrocedió para darle espacio, se paro frente a la puerta blanca y empujo la puerta entreabierta, allí en el centro del salón acurrucada en el sillón estaba Selene profundamente dormida, la miró tranquilizado, sintió una leve brisa fría en su espalda y se volvió, el niño ya no era un niño sino una gran abominación de sombras y oscuridad, que avanzó con brusquedad y lo atravesó haciéndolo caer duro contra el piso, Sigfried se levantó aturdido y alarmado por la sorpresa, miró hacia Selene, la sombra la sostenía en sus espectrales brazos acurrucada como a un bebe. Sigfried no se atrevía ni podía mover ni un musculo, la sombra lo observaba en un silencio imperturbable, lentamente la sombra acercó su rostro al de ella y comenzó a besarla en los labios, Sigfried trató de avanzar y gritar pero nada en su cuerpo respondía a su cerebro, estaba completamente paralizado, la sombra siguió besándola y lentamente comenzó a entrar por la boca de Selene, cuando estuvo dentro de ella completamente Selene flotaba frente a sus ojos, descendió lentamente hasta el sillón, y luego de unos segundos que se le hicieron eternos, ella abrió los ojos de un golpe, su mirada aterrorizada recorrió la habitación y se detuvo en Sigfried, de pie junto a la puerta abierta, dentro de sus ojos la oscuridad del espectro cobraba vida, se puso de pie lentamente y avanzó hacia él lentamente, cuando estaba a un palmo de él, sonrió maléficamente y sus ojos se tornaron completamente negros, entonces exhaló un grito de dolor y se transformó completamente en oscuridad, ahora era la sombra que lo miraba, Sigfried cerró los ojos, la única forma de refugiarse de la furia del espectro frente a él, de pronto un calor abrazador bañó su cuerpo, su corazón latía con tal fuerza que amenazaba con salírsele del pecho, y mantenía los ojos apretados con tal fuerza que le dolían, todo se tornaba frío a su alrededor entonces:
- Es tarde ya, vamos hace frío- Era Selene que le hablaba con un suspiro de voz, Sigfried abrió los ojos lentamente, estaba de nuevo en el bosque al atardecer. Ella tomó la mano de Sigfried con fuerza y lo tironeó hasta adentrarse en el bosque dormido, la casa a lo lejos estaba sumida en las sombras.


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Fan Fiction, Las luces de Septiembre, Carlos Ruiz Safón


No sirvió pero aqui está y me gusta...gracias a los que me apoyaron :)