Entra en mi mente...

En un mundo lleno de cosas vivas y palpitantes es imposible guardar todos mis pensamientos para mi...

Es por eso que e decidido...compartirlos...

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Atte Initius E. Lucis

Alwa...

Author: Gen ~ /


Llankangërü acababa de cumplir 15 años, es decir hoy ya era todo un hombre, su nombre significa zorro color de perla, y fue llamado así, porque la noche en la que nació, su madre la joven Kallfüray se encontraba sola caminando entre los pewen mirando la luna blanca y brillante en el cielo, como solía hacer cuando despertaba a mitad de la noche sin poder dormir, cuando el dolor del parto vino a ella, y calló rendida al suelo aullando de dolor y lamentándose por su desgracia y dolor, un gran zorro plateado bajó desde las montañas y la acompaño hasta que el dolor cesó y el bebe surgió de entre sus piernas, luego desapareció. El padre de Llankangërü, era Kurrumaññ, el toki (jefe) de la aldea, el más sabio y valiente desde hace muchas estaciones, Kallfürray era su única y amada esposa y Llankangërü su único hijo y primer candidato para sustituirlo como toki una vez que su cuerpo dejara de vivir y su alma hiciera su último viaje antes de reunirse con la Pu Am (alma universal).
La luz del sol entraba por la abertura de la ruka, y temperaba el ambiente, Llank (así lo llamaremos desde ahora) abrió los ojos y escuchó, debía ser muy temprano aún, solo los pájaros cantaban. Se levantó y caminó afuera, el sol brillante en las montañas y la brisa que viajaba desde el Lafken Mapu (tierra marina)  lo hacía sentir lleno de vida. Este día se esperaba la llegada del Lof (clan familiar) de Lonkopang, formarían un pequeño Rehue para tomar precauciones por posibles enfrentamientos con otro lof de la zona, cosas de honor.
Bajó hasta el río para nadar hasta que los otros despertaran, así podría esperar a comer, luego quizás hacer un enfrentamiento de palín con sus tíos y primos y entrenar luego las armas con su padre.
Cuando el sol estaba en lo alto del cielo, desde los llanos llegó el Lof de Lonkopang, cargados de sus cosas y con sus animales. Todos los jóvenes corrieron a ayudar a las mujeres a cargar con sus cosas.
A finales del día cuando el crepúsculo coronaba el cielo, terminaron de instalar sus propias rukas y de acomodar sus cosas. Luego en la noche se celebró con comida y bebida por montón. Esa noche Llank vio a la mujer más hermosa que pudo imaginar, se encontraba a un lado de Lonkopang, al otro lado del fogón, su brillante pelo negro caía sobre sus hombros en una trenza interminable, y su piel morena reflejaba los destellos del fuego como si su propia alma fuese fuego.
Esa noche tuvo sueños hermosos donde la luna bailaba con el sol, Antu y Kuyen (el sol y la luna) enamorados en los cielos, y él los observaba desde el Wall Mapu (tierra en la que andamos) con añoranza junto a esa hermosa mujer, y pronto ellos mismos eran como Antu y Kuyen, danzando entre las estrellas y el mar los reflejaba.

En la mañana, su madre Kallfürray, lo movía con fuerza.
- Despierta ya… hay mucho que hacer - cuando Llank abrió por fin los ojos, ella se alejó hasta el fogón y siguió cociendo los deliciosos frutos del Pewen.
Llank se puso de pié regañadientes, la noche de juerga no le había puesto nada bien, su madre lo golpeó en las piernas cariñosamente al salir. Todo el rehue estaba en pie ya, y el sol bordeaba ya la montaña más alta. Ayudó a su padre y otros más, a calmar a los animales que se habían alborotado por la inminente llegada de animales y gente nueva, y luego bajó al río para nadar como hacia a diario. Bajaba lentamente acariciando los árboles, con su lanza en la mano y silbando alegremente una canción que su madre cantaba muy a menudo, cuando la vio, en el río estaba ella hasta los muslos en el agua y observaba el cielo con tranquilidad, su pelo liso caía sobre el agua, haciéndola parecer como una Wangulen (estrella) bajada del cielo, entonces ella comenzó a tararear una melodía dulce y tranquila, humedeció su pelo y comenzó a trenzarlo, su cuello era frágil y sus hombros morenos reflejaban el sol. Llank ya estaba en la orilla, y la observaba en silencio. Cuando terminó de trenzar su hermoso cabello, ella advirtió que la observaba desde la orilla, enrojecida por la vergüenza se puso de pie de un salto, y el agua salpicó en todas direcciones brillando como estrellas en el aire, Llank no pudo evitar sonreír ante tanta belleza, y ella, desde las aguas le devolvió la sonrisa haciendo relucir también sus dientes perlados. Llank entró al agua, y le estiró el brazo para estrechar su mano.
- Hola, soy Llankangërü- Ella dudó con los brazos juntos en el pecho un momento, pero estiró el brazo y apretó con fuerza y decisión la mano de Llank.
- Hola, soy Sayeññ- desde ese día, cada día durante semanas se encontraban en silencio a orillas del río, para nadar y conversar, cuando una persona ya está escrita en el Filew (destino) de otra, todo es más fácil, y la amistad da paso al amor.
Una noche, que acordaron encontrarse nuevamente, en la orilla, caminando entre los árboles y contemplando a Kuyén en el cielo, bañados por su luz, justo en el lugar donde años antes Kallfurräy dio a luz a Llank, él tomó a Sayeññ de la mano y le declaró su amor, entonces los ojos de Sayeññ brillaron de felicidad y reflejaron la luz de la luna.
La mañana siguiente Llank, se levantó radiante, sin que nadie tuviese que llamarlo para despertar.
- Veo que los paseos nocturnos te hacen de maravilla- bromeó Kallfürray
- Al parecer mamá- Dijo con una sonrisa, besó los negros cabellos de su madre con fuerza y salió al aire, habían nubes oscuras en el horizonte, y los animales parecían augurar que nada bueno venía, pues estaban callados y demasiado tranquilos. Llank, ignorando su intuición y los signos de mal agüero, pensó que solo sería una tormenta que venía. Bajó corriendo, aún radiante entre los árboles, hasta la orilla, esperando para verla, hermosa y feliz, con sus ojos del color de la tierra, su piel suave, y su pelo largo y negro sobre el cuerpo, esperando para abrazarlo y jamás soltarlo. Pero no fue eso lo que encontró, allí estaba ella, como siempre, pero tendida de espaldas a la orilla, con el pelo suelto flotando en el agua, la cara vuelta hacia el cielo, los ojos y la boca abiertos. El corazón de Llank dejó de latir, y sus pulmones olvidaron como recibir el aire, dejo caer su lanza, y corrió hasta donde ella estaba, le habló, y la besó en los labios, esperando despertarla de su ensueño, pero sus ojos seguían fijos en el cielo y su respiración era lenta casi imperceptible, estaba helada como la tierra en época de lluvias, Llank la tomó en sus brazos y corrió hasta la aldea para llevarla ante la machi.
El machitún (ceremonia de sanación) comenzó de inmediato, dentro de la ruka de la machi se encontraban los padres y hermanos de Sayeññ, y ambos Tokis, mientras Llank esperaba afuera ansioso sin dejar de moverse, escuchando las suplicas de la machi y los parientes, horas y horas de lamentos y suplicas, hasta que todo cesó, el Machife, sobrino de la anciana machi del Lof de Kurrumaññ, y amigo de Llank, salió con solemnidad luego del ritual, y esperó a que toda la familia de Sayeññ saliera y se reuniera con el resto del Rehue. Entonces se acercó a Llank, y le dijo:
- Me temo que la enfermedad que tiene no puede ser sanada, no en este mundo por lo menos, un wekufe (espíritu maligno) la ha observado y ha visto en ella un alma brillante como el fuego mismo y ha sentido envidia entonces ha entrado en ella, y la ha despojado de su alwa (alma), que ya comienza el viaje hasta Ngill Chenmaiwe (isla de los muertos), su cuerpo sigue viviendo, pero su alwa ya no la acompaña, nunca más será como la conocíamos.
El dolor atormentó a Llank desde lo profundo de su ser, le rasgaba toda la piel y los sentidos, su razón de vivir, su Sayeññ ya no estaba con l, no como él la amaba.
Entró por fin a la ruka, lentamente, todo el rehue, ya conocía su cariño por Sayeññ, quizás hasta sospechaban de su amor también, así que nadie impidió que la viera, la machi, sentada en un wanco, lo miraba desde las sombras.
Llank avanzó hasta donde estaba recostada Sayeññ, y se arrodilló junto a ella, acarició la suave piel de su rostro y su pelo infinito, lloró en silencio con mucho dolor, y la besó en los labios. Nunca había conocido un dolor parecido, y no se lo deseaba a nadie. Entonces la machi habló, su voz era gastada y antigua.
- Ningún lawen (hierba medicinal) de este mundo puede salvarla - comenzó- pero tú, que estabas escrito en su Filew desde el principio de sus existencias, tú pequeño Llankangërü, puedes salvarla, puedes pedir piedad a los espíritus, al mismo anciano Antu en el cielo, y pedirle que te la regrese, Antu siempre otorga piedad al amor.
Entonces Llank se levantó, limpió las lágrimas derramadas de su cara y de la cara de su amada Sayeññ, la besó en los labios con ternura, y caminó hasta la salida, recibió la bendición del toki Lonkopang y también la de su propio padre Kurrumaññ. Fuera todo el Rehue lo observó caminar en silencio hacia los árboles y desapareció para ellos. Bajó hasta el río, recogió su lanza y comenzó a correr.
Corrió dos días y dos noches, sin cansancio, hasta llegar al Wente Mapu (cordillera de Nahuelbuta),  escaló lo más rápido que pudo, hasta que llegó a la cima del Wall Mapu, y pudo ver desde el lago infinito en el Lafken Mapu, hasta el Inaripe Mapu (tierra de nieves), y la Pire Mapu (cordillera de los andes), que divide en dos el Wall Mapu.
Entonces esperó a que el Anciano espíritu Antu, el sol que alimenta la tierra despertara entre las montañas y se alzara en el cielo. Cuando por fin el cielo se volvió más negro que la noche, Antu comenzó a levantarse lentamente, y junto con el Llank, comenzó la súplica. Y Antu le contestó:
- Amas a esta mujer, como para querer recuperar su alma
- Si, haría lo que pudiera
- Entonces haz de viajar, mucho más allá del Nag Mapu, hacia el Willi Mapu (tierras del sur), a las costas del mundo, y perseguir su alwa hasta Ngill Chenmaiwe.
- Haré lo que sea necesario.
- Te enfrentaras a criaturas que sería mejor nunca ver, y necesitarás algo con lo que protegerte, toma joven Llankangërü, toma mi arco, y le entregó un arco dorado brillante como el sol y mi flecha que jamás desaparecerá no importa cuántas veces dispares, úsalos a tu antojo, y suerte en tu camino.
Entonces Llank cayó dormido en el suelo duro de roca.
Despertó cuando Antu bajaba por el mar, y Kuyen comenzaba a resplandecer en el cielo. Sintió el poder de los espíritus y de toda la tierra en su propio corazón, y pensó que no necesitaba ni comer ni dormir hasta cumplir su objetivo.
Una noche tormentosa y especialmente fría, Llank cruzaba un bosque de  coihues altos y antiguos, cuando una piedra ardiente pegó en su espalda, giró rápidamente en la oscuridad buscando a su atacante, y lo único que encontró fue oscuridad y silencio, siguió su camino entonces más piedras ardieron en su cuello y espalda, y volvió a girar y se encontró rodeado de pequeños hombres gritando y golpeándolo con más y más rocas calientes, Llank había escuchado a su madre y abuelas, contando historias de pequeños hombres  que atacan a la gente con piedras al rojo de la tierra de los volcanes, Laftrache se llaman, y si te encuentras con ellos, mejor salir corriendo, pues son tercos y jamás dejan de molestarte, Llank lanzó todas las flechas que pudo, pero aún así las piedras no dejaban de rebotar en su cabeza, corrió desenfrenado hasta una cueva pequeña oculta entre las rocas y esperó al alba. En la mañana todo lo que pudo encontrar en el pequeño campo de batalla fue excremento verdoso y piedras grises que destellaban al sol, eligió unas cuantas filosas y otras con formas curiosas, las metió en su bolsa y siguió su camino.
 Dos amaneceres después Llank bordeó un lago cristalino y enorme que reflejaba un volcán majestuoso, el humo blanquecino que salía por su boca y las nubes en el cielo, era como un cielo sobre el otro, una imagen de sueños, más adelantado ese día el paisaje de ensueño cambió; el cielo se tornó gris y el ambiente triste y oscuro, se cruzó con un lago pequeño, totalmente diferente al majestuoso anterior, aun así unas ansias de beber se apoderaron de él y ansioso se acercó, miró su reflejo en el agua bajo el cielo gris, el pelo sucio le caía sobre el pecho brillante, estiró las manos para tocar el agua y en el mismo instante en que sus uñas rozaron el espejo quieto, una gran tira de cuero se enrolló en su brazo y no quiso soltarlo más , Llank luchó y pataleo contra ese cuero maligno, en su desesperación sacó de su bolso una de las piedras que recogió noches antes y cortó con fuerza el trozo de cuero que lo atraía hacia el lago, cayó hacia atrás y respiró con dificultad, tomó el trozo de cuero que tenía pequeños dientes que se habían incrustado en su piel y lo lanzó lo más lejos que pudo, fue hacia el lago otra vez quieto como el cielo, tensó su arco y lanzó flechas que cruzaron limpiamente el agua sin alterarla en lo más mínimo, entonces el cuero emergió con lentitud, era ancho como un animal, tenía manchas oscuras sobre el pelaje y muchos dientes sobresalían desde los bordes, respiraba lentamente como si se divirtiera con el susto de muerte que le había hecho pasar, Llank lo miró con asco durante un rato, recogió el trozo que había cortado, cortó un pedazo de su propio bolso y lo amarró en la herida que el cuero le había dejado, y siguió su camino. Comenzaba e entender  lo lejos que se encontraba de su hogar, esta criatura era totalmente desconocida para él, leyendas que jamás escuchó, porque nadie de su pueblo se había alejado nunca tanto del Lof, temía saber qué cosas podría encontrar, su espíritu guerrero disminuía por el terror que  recorría sus venas, la única fuente de esperanza lo abrazaba en la noche cuando Kuyén brillaba en el cielo y le recordaba porqué seguía allí, para buscar a su Sayeññ, y salvar su hermosa alwa de fuego. 
Un crepúsculo rosado y brillante, Llank bordeó el mar, era la primera vez que sus pies tocaban el agua salada del lago infinito, sintió temor y respeto al mismo tiempo de este ser infinito que respiraba con tranquilidad, y caminó todo lo que pudo, hasta que la luna estuvo en lo alto del cielo resplandeciendo y dándole fuerzas, hasta que no hubo más tierra sino puro mar, entonces se sentó sobre la tierra y esperó, pronto, cuando el sol había desaparecido por el horizonte, divisó una mujer que avanzaba lentamente como si sus pies no tocaran jamás el suelo, vestía ropas blancas y livianas como la niebla, su cabello liviano y delgado flotaba a su alrededor, y su rostro era tan blanco como la misma Kuyén, flotó hasta él y lo observó con curiosidad.
-Tú estás vivo- susurró. Su voz era dulce y tierna, como la de un bebé que recién comienza a decir sus primeras palabras, pero aún así expresaba dolor y resentimiento, era un sonido extraño.
- Si – contestó Llank con fuerza- vengo en busca del alwa de fuego de mi mujer, necesito viajar hasta Ngill Chenmaiwe, para recuperarla. La mujer pálida lo observó con sorpresa y susurró.
- Los hombres vivos no pueden viajar hasta allí, el… transporte, no permitirá que subas en él.
- Es la mujer que amo, iré aunque sea en mi propio cuerpo contra el agua.
- Los hombres vivos no pueden viajar hasta allí, suerte en tu vida- concluyó y siguió su camino, Llank la observó con furia, la mujer abrió los brazos antes de llegar al agua, y cientos de hombres surgieron de la arena, pero eran difusos, también como la niebla, se ordenaron en fila a cada lado de la doncella, entonces desde el mar surgió un animal enorme, del color de la tierra y con luces que iluminaban el mar, el agua caía por sus costados, y gemidos terribles se escuchaban desde su lomo. Los hombres de niebla a cada lado de la mujer se deslizaron en grupo hasta el gran animal y desaparecieron en la noche, junto con la mujer.
Llank estaba otra vez solo, su mente imaginaba formas de llegar a destino, pero ni siquiera conocía el camino.
-          Psssss – Llank giró en busca del sonido
-          ¿Quién llama?
-          Soy yo- Contestó una voz masculina. Llank lo miró emerger desde las aguas, era más alto que él y sus músculos centellaban por el agua, su cabello era brillante y verdoso y sus ojos centellaban en la noche- Yo puedo ayudarte – Dijo- claro, si tienes como pagar- Entonces Llank sacó de su bolso las piedras brillantes y lisas de los pequeños hombres, y el trozo de cuero suave del monstruo, y los ofreció a manos juntas.
-          Es todo lo que tengo- Los ojos del hombre refulgieron y sonrió.
-          Pues entonces, vámonos, ya he escuchado tu historia cuando charlabas con La Pincoya, así que en marcha.
-          Y tú? ¿Qué cosa eres?
-          Yo amigo, soy un sumpall, vago entre este gran lago y el Wall Mapu, depende como me acomode, y hoy me acomodas tú- se lanzó al agua y llamó a Llank, que se subió en su espalda, y el Sumpall nadó, tan rápido como Llank era capaz de correr, nadó toda la noche y con la primera luz del alba, en el horizonte apareció la tierra, oscura y borrosa- He ahí, tu destino.
Lo dejó en las rocas cercanas, y desapareció con su tesoro recién adquirido. Llank, se acercó lentamente entre el mar y las rocas, trepó un cerro pequeño y observó, el centro de la isla era un agujero profundo y oscuro, a su alrededor miles de personas transparentes como la niebla avanzaban, sin mirar atrás ni a ningún lado más que la negrura, entonces la vio, en la fila, su hermosa Sayeññ, tal como la recordaba, pero transparente como la niebla, y el espíritu guerrero se apoderó de él, y corrió a su búsqueda, empujó a la gente de niebla, y criaturas de sombra lo atacaron, pero él respondió con el arco dorado y flechas interminables que Antu le había obsequiado sólo a él, y la alcanzó y trató de tomar su brazo pero su mano la atravesó, como si fuese aire, Llank gritó de ira, de dolor, y de miedo por no poder recuperar a su mujer amada, pero ese grito de cólera hizo despertar a Sayeññ que giró sorprendida la cabeza y gritó también, en silencio pues la voz no le salía por la garganta, y con su grito silencioso, las demás personas de niebla despertaron también y todos gritaron a la vez, en silencio, fue entonces que desde lo profundo del abismo de oscuridad se alzó una criatura temible y gigantesca, hecha de sombras y dolor, el miedo y la desesperanza se expandieron por toda la isla, y todos se encogieron de horror, menos Llank, que seguía erguido como el guerrero que su padre le había enseñado a ser, con el arco y flechas de Antu en la mano, y con Sayeññ encogida de temor a su lado.
-            DEJALA IR! HA VENIDO AQUÍ CONTRA SU VOLUNTAD! HAN ROBADO SU FILEW! DEJALA IR!- Gritó lleno de temor pero sacando a relucir su fuerza de hombre.
-            Tendrás que pagar por ella – rugió, su voz era como la de mil personas unidas gimiendo de dolor. Cuando se movía las sombras se arremolinaban a su alrededor, y el viento de la tierra cambiaba haciendo ondear el cabello de Llank, y los cuerpos neblinosos de las almas.
-            Tengo esto para pagar- Y levantó con fuerza el arco y flecha de Antu. La Sombra temible, gruñó como sopesando la oferta- Me los ha dado el propio ANTU! Nadie nunca más será poseedor de tesoro así!
-            Si… creo que será suficiente, una mujer que viene aquí contra su voluntad no es digna de unir su alma con la Pu AM, así que, dámelo.
-            Primero tendrás que enviarme de vuelta a casa
-            Está hecho- y de pronto su voz resonó lejana, la oscuridad se hizo luz y Llank comenzó a ser consciente de su cuerpo y su entorno, pajarillos cantaban cerca de donde estaba, y el aire era húmedo y refrescante, agua tibia mojaba su espalda, el sol calentaba su piel y enrojecía sus parpados, y su mano apretaba fuertemente otra mano, más débil y suave; abrió los ojos con fuerza y el sol los atacó con su luz, se sentó sin dejar de apretar la mano cálida que sostenía, miró alrededor y fue feliz de reconocer el río de su infancia y los árboles enormes. Y miró a su mujer dormida en el suelo, su rostro reflejaba una paz inexplicable, la observó rato en silencio, hasta que ella abrió sus ojos centellantes.
-            Hola- dijo ella con una sonrisa en el rostro- he soñado cosas extrañas- y sonrió más, se puso de pie, besó a Llank en la frente y se metió en el río hasta los muslos, luego mojó su cabello y comenzó a trenzarlo lentamente.



fin....
Algún día lo lograre....-w-

2 comentarios:

Frexor dijo...

que genial... al principio me estaba recordando a la trilogia "la saga de los confines" de Liliana Bodoc, pero después fue distinto... y el final notable

Merlinux dijo...

Bello cuento, el viaje del héroe en todo su esplendor y en chilito lindo.